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Un día a la semana, Misael Dávalos, Guillermo Espinosa y Carlos Aguilar acuden al bosque de San Rafael Ixtapalucan, junta auxiliar del municipio de Tlahuapan, para protegerlo de la tala clandestina, los incendios forestales y en ocasiones ayudar a los turistas que llegan a extraviarse entre sus veredas. Estos tres hombres forman parte del grupo de guardabosques que el ejido de aquella localidad integra cada año para cuidar de las más de 2 mil hectáreas forestales con las que cuentan.
Desde hace aproximadamente 25 años, los ejidatarios de la comunidad, colindante con el Estado de México, decidieron organizarse para hacerle frente a las diversas amenazas que tienen los recursos naturales y así surgió la actividad de los guardabosques, que se realiza de forma voluntaria y con capacitación por parte de la Comisión Nacional Forestal (Conafor).
En el marco del Día Mundial del Guardabosque, conmemorado este 31 de julio, algunos de los hombres que desempeñan este trabajo compartieron con medios las estrategias que han implementado para proteger las tres especies de pino que abundan en su territorio, así como la variedad de fauna, de entre la cual destaca la luciérnaga.
Pobladores dedican un día para ser guardabosques y cumplir responsabilidad social
En Ixtapalucan cada año la autoridad ejidal designa diversos grupos de trabajo para tareas relacionadas con el cuidado forestal, de tal forma que 35 ejidatarios son seleccionados para efectuar labores de vigilancia y atención a incendios, otros 16 para labores preventivas, como el trazo y mantenimiento de brechas cortafuego, y 15 más para atender el vivero, en donde se producen las plantas para las jornadas de reforestación.
Este modelo de organización surgió a partir de los problemas de tala clandestina que afectaron en gran medida la zona forestal hace más de 25 años, ya que el bosque cuenta con una gran cantidad de pino, que es de las maderas más comerciales y, por lo tanto, de las más buscadas por los talamontes.
Por lo anterior, los ejidatarios decidieron construir una caseta para controlar el acceso a la zona forestal que tienen a cargo, organizarse para cerrar el paso a los talamontes con la construcción de bordos en los caminos y edificar una torre en una zona estratégica para detectar a tiempo el inicio de “la chamusquina”, que es el término que usan para referirse al inicio de un incendio.
Los 35 guardabosques se organizan para trabajar jornadas de 24 horas, en grupos de cinco, ya que de esta forma logran vigilar durante las 24 horas del día y los 365 días del año. Previo a que comiencen funciones reciben una capacitación por parte de la Conafor o la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) y, regularmente, ya estando en funciones acceden a una segunda.
“Somos más de 400 ejidatarios y a todos nos toca participar, entonces de alguna manera, por el orden de lista, ya sabemos más o menos cuándo nos tocará prestar el servicio y nos vamos organizando en nuestros trabajos, por ejemplo, yo le avisé a mi patrón que los lunes no puedo trabajar porque estoy en esto todo el día”, explicó el señor Guillermo, quien ejerce el oficio de albañil.
Su compañero Misael Dávalos tiene 69 años y ha sido guardabosque en cuatro ocasiones. Comentó que la mayoría de los ejidatarios son adultos mayores, sin embargo, esto no les impide cumplir con sus actividades de cuidado forestal porque han ganado experiencia y conocen perfectamente los caminos y áreas que integran su ejido.
“La mayoría son personas grandes, es raro que haya jóvenes porque a muchos no les interesa el campo o el trabajo que es cuidar los árboles, prefieren trabajos menos pesados, muchos por eso no quieren el título de ejidatario, porque saben que hay que trabajar duro, pero aún así sacamos adelante el trabajo”, dijo.
Cuestionados sobre los beneficios económicos de su labor como guardabosques, explicaron que no reciben un salario, pero todos los ejidatarios en algún momento prestan este servicio porque tienen presente que si cuidan del bosque entonces puede ser sustentable y la autoridad federal permite realizar aprovechamientos, cuyas utilidades se reparten equitativamente entre los miembros del ejido.
Fuente: El Sol de Puebla