Estados Unidos
El sábado, en su cumpleaños número 79, el presidente Donald Trump dedicó más de tres horas a presenciar un desfile militar en la capital que conmemoró el 250 aniversario del Ejército de Estados Unidos.
Presentado oficialmente como un tributo al servicio y la historia militar, el evento fue celebrado por los simpatizantes de Trump como una muestra de fortaleza y una estrategia para fomentar el reclutamiento en las fuerzas armadas.
Sin embargo, críticos denunciaron una nueva politización del Ejército, sobre todo tras la reciente decisión de desplegar infantes de marina en Los Ángeles para controlar manifestaciones, lo que generó tensiones y rechazo público.
Mientras Washington celebraba, otras noticias empañaron el ambiente. En Minnesota, se reportó el asesinato de la legisladora estatal demócrata Melissa Hortman y su esposo, un crimen que autoridades atribuyen a motivaciones políticas. Además, un senador estatal y su esposa resultaron heridos en un intento de asesinato.
Simultáneamente, la escalada del conflicto entre Israel e Irán alarmaba a la comunidad internacional, con explosiones en Teherán y ataques con cohetes sobre Jerusalén que aumentaban el temor a una guerra regional que podría involucrar a Estados Unidos.
Estos sucesos dieron un tono grave al día, en contraste con la exhibición militar que se desarrollaba en la capital, donde también se registraron protestas masivas contra la administración Trump en varias ciudades del país.
El programa en Washington se centró en el patriotismo y el agradecimiento a las fuerzas armadas. Hubo competencias físicas en el National Mall, exhibiciones de uniformes y equipamiento histórico, así como campañas de reclutamiento.
Comentaristas conservadores defendieron el desfile como un acto de reconocimiento a los soldados, libre de connotaciones políticas. Sin embargo, la insistencia de Trump en realizar esta celebración, que fue propuesta desde su primer mandato pese a la oposición del Pentágono, dejó claro que el evento tenía un fuerte componente simbólico.
Al cierre, Trump dedicó un discurso de ocho minutos agradeciendo a los militares y justificando la celebración: “Otros países celebran sus victorias, es hora de que Estados Unidos también lo haga”. Recibió una bandera conmemorativa mientras la multitud le cantaba “Cumpleaños feliz”.
El acto no abordó las preocupaciones sobre la politización de las Fuerzas Armadas. Apenas días antes, el despliegue de infantes de marina en California para controlar protestas había causado polémica y rechazo por parte del gobernador.
El Ejército investiga cómo se permitió la venta de artículos con la marca “Make America Great Again” dentro de una base militar durante un discurso de Trump, en el que se dirigió con tono partidista y recibió abucheos de algunos soldados.
Imágenes del desfile mostrando soldados posando con armas pesadas junto a civiles, incluyendo niños, intensificaron las críticas en redes sociales. Muchos vieron en estas acciones un uso del Ejército para promocionar la imagen del presidente y controlar la disidencia política.
A pesar de la producción y el despliegue militar, la jornada tuvo obstáculos logísticos y un entusiasmo contenido. La lluvia ligera y una multitud que se dispersó temprano contribuyeron a un ambiente menos festivo.
Los asistentes disfrutaron de un espectáculo aéreo, demostraciones de tecnología militar como perros robóticos, y presentaciones musicales, pero la atmósfera fue más moderada que en otras celebraciones similares apoyadas por Trump en el extranjero.
En definitiva, el desfile reflejó un momento dividido en la nación: un homenaje a las Fuerzas Armadas que se vio ensombrecido por un contexto político polarizado y crisis nacionales e internacionales que no pudieron ser ignoradas.
Fuente: The New York Times